Waldo Machado da Silva es una de las grandes leyendas del Valencia CF. Su total adaptación a la vida y costumbres de la ciudad, unida a su estratosférica capacidad goleadora, le convirtieron en un referente mediático a nivel nacional e internacional durante toda la década de los 60. Su estratosférica capacidad goleadora (marcó 160 goles en 296 partidos oficiales), le permiten ser, aún a día de hoy, el segundo máximo goleador en toda la historia del club, sólo por detrás del mítico Mundo Suárez. Pero instinto anotador no era su única cualidad. Su fuerza física y su disparo con ambas piernas se convirtió en el terror de las defensas rivales. Sus lanzamienos de falta eran temidos por los porteros y, de hecho, Waldo es aún hoy en día el futbolista que más libres directos ha convertido en la historia del club (15). Era, además, un delantero generoso, ya que dio 63 asistencias en las 9 temporadas que estuvo en Mestalla, siendo el 5º máximo asistente en la historia de la entidad. Como vemos, se trataba de un jugador sin parangón.

Waldo comenzó su andadura en el mundo del fútbol en las categorías inferiores del Fluminense Atlético Clube de Niterói. En 1954, llegó al primer equipo del Fluminense, donde permaneció hasta 1961, convirtiéndose en uno de los grandes goleadores de la Liga brasileña. Con el equipo tricolor, marcó 319 goles en 403 partidos, una cifra espectacular que le llevó a ser titular en cinco ocasiones con la selección brasileña.

El 1 de julio de 1961 se celebró en Mestalla un partido homenaje a Walter, delantero brasileño del Valencia que acababa de fallecer en trágico accidente automovilístico. El rival no era otro que el Fluminense, y la estrella del partido fue su delantero centro, Waldo, que marcó dos de los tres goles de su equipo, completando un partido que maravilló a la grada de Mestalla, que asistió atónita al espectáculo de un delantero rompedor, con ímpetu, un tiro terrible y lanzamientos de falta con «folha seca» que jamás se habían visto con anterioridad.

El Valencia lo fichó de inmediato. Tenía 26 años y estaba en plena madurez. Su primera temporada vino acompañada de la Copa de Ferias, el primer título europeo del club. Marcó 14 goles en la Liga y 9 en la Copa de Ferias. A partir de ese momento, comenzó la leyenda realizadora de un goleador indomable, que fue «in crescendo» hasta alcanzar su máximo exponente en la temporada 1966-1967, en la que se coronaría como máximo goleador del Campeonato Nacional de Liga, con 24 tantos en 30 partidos, a la par que el equipo conquistaba su cuarta Copa de España.

Sus exhibiciones goleadoras no conocían límite. Le marcó dos goles al Oviedo en su debut liguero, y durante su carrera acumuló un total de 6 hat-tricks y 2 pokers, uno al Oviedo y otro inolvidable al FC Barcelona, al que se merendó él solito el 19 de noviembre de 1961. Su rendimiento fue bajando con la edad, y en sus dos últimas temporadas hizo 9 goles en 35 partidos. En el verano de 1970, ya con 37 años, Alfredo Di Stéfano le convenció para poner punto y final a su gloriosa etapa en el Valencia, y Waldo fichó por el Hércules, donde coincidió con su hermano Wanderley, y posteriormente por el Torrente, donde puso punto y final a su carrera deportiva.

Tras retirarse, Waldo fijó su residencia definitiva en la ciudad de Valencia y trabajaría con equipos de la cantera, llegando a tener su propia escuela de fútbol en Torrent, a cuyo club dio nombre, el «Waldo Torrent». Desgraciadamente, a Waldo se le detectó un principio de Alzheimer que fue empeorando con el paso de los años, hasta que no pudo valerse por sí mismo y, ayudado por la Asociación de Futbolistas del Valencia CF, pasó sus últimos años en una residencia de Burjassot, donde tristemente falleció el 25 de febrero de 2019, dejando en el valencianismo el eterno recuerdo de un futbolista insuperable, uno de los mejores jugadores que han pisado el césped de Mestalla.