Miguel Ángel Adorno comenzó su carrera profesional como delantero en el Racing, club origen de grandes estrellas en la historia del Valencia, en 1968, cuando contaba con 19 años. Allí permaneció tres temporadas a un buen nivel, recibiendo el sobrenombre de «el ruso» debido a su rubia cabellera. Adorno era un jugador de técnica exquisita, de toque preciosista y con una zurda mágica, especialmente a balón parado. Llegó al Valencia en el verano de 1971, en medio de la euforia creada tras la consecución del título de Liga bajo las órdenes de Alfredo Di Stéfano.

Nada más llegar, recibió el dorsal 10 y se convirtió en titular casi indiscutible, entrando en competencia con Forment y Paquito. Su aportación al equipo era mayor que su capacidad goleadora, que, de hecho, se había convertido en un mal endémico para el club desde hacía varios años. Completó 52 partidos oficiales en sus dos primeras temporadas, en los que anotó 10 goles, pero en la temporada 1973-1974, se abolió la normativa de los oriundos y se produjo un interminable culebrón acerca de la legalidad de sus papeles, ya que pasó a ser considerado extranjero, siendo incluso condenado por falsedad documental.

El acontecimiento tuvo un fuerte impacto, ya que sólo era posible disponer de dos jugadores extranjeros por club, y el Valencia optó por Keita y Jara, por lo que Adorno pasó la temporada casi en blanco. Ante tales circunstancias, en 1975 salió cedido al Alavés, junto a Carlos Pereira, donde disputó una temporada en Segunda División. Entró en las alineaciones las primeras jornadas de Liga, pero una importuna lesión le dejó fuera del equipo.

En 1976, Heriberto Herrera repescó a Adorno para darle los galones en el centro del campo del poderoso Valencia de la temporada 1976-1977. Jugó de forma casi ininterrumpida hasta la jornada 13, y probablemente completó sus mejores partidos con el Valencia, pero al poco, la llegada de Manolo Mestre al banquillo, le hizo salir de las alineaciones mientras Mestalla reclamaba su presencia a gritos. Después de casi un año en blanco, abandonó el Valencia para jugar en el Levante, que acababa de descender a Segunda B. Allí colgó las botas en 1978.

Tras su retirada, Adorno fijó su residencia en Valencia, totalmente aclimatado a la ciudad, trabajando como comentarista en diversos medios de comunicación y formando a futuros futbolistas en la escuela Crack's.